Día 22. Verde ira.
Mis ojos son verdes, pero no verde mar o esperanza ni verdes como el trigo verde del poema. Mis ojos son verdes del verde de la envidia, del verde del veneno, del que rodea a los malvados de Disney.
El verde de mis ojos infunde temor y cuando brillan entre las sombras de una noche de luna llena hacen que la gente huya a sus casas o se orine encima al comprobar que no puede escapar.
Son los ojos verdes de un hombre lobo, de un licántropo que aterroriza las noches, que descuartiza a sus víctimas a mordiscos.
Son del verde del mal, del odio por el humano, del maldito y condenado a tener que alimentarse de quienes odia, como un vegano condenado a alimentarse de carne o Mafalda siendo obligada a comer sopa.
Mis ojos son verdes y si te enfrentas a ellos no te convertirás en piedra como al hacerlo a los ojos de Medusa, pero te convertirás en mi cena.
Así que tómate esto como un aviso. Si paseas tranquilo en una noche de luna llena y ves un destello verde a tu espalda, huye.
Al menos inténtalo. La carne bañada en sudor está mucho más jugosa.
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