Día 30. El último canto.
Todos esperaban, impacientes, la subida del telón. El teatro estaba a rebosar para ver la actuación de la soprano más reconocida a nivel mundial. Se habían agotado las entradas nada más salir a la venta, y eso, para un espectáculo de ópera, era algo solo al alcance de su prodigiosa voz.
La gente había ocupado sus asientos más de media hora antes de empezar el espectáculo, como si llegar antes sirviera para que el show durara más tiempo y todos miraban hacia el telón como quien mira a una estrella fugaz: Pidiendo el deseo de que se abriera cuanto antes.
Cinco minutos antes de la hora programada, provocando el murmullo generalizado de los presentes, el telón comenzó a moverse lentamente.
En el centro, unos pies que parecían levitar sobre el escenario; Un poco después se fue descubriendo el vestido de la soprano en azul y dorados, como un ángel; Los brazos cruzados en su pecho, como si tuviera que contener su chorro de voz para que no saliera antes de tiempo; Por último sus manos aferradas a su cuello y su rostro escarlata.
El público gritó horrorizado. La soprano estaba ahogándose a sí misma en el escenario. ¿Pero cómo era eso posible?
Varios miembros del equipo corrieron a auxiliarla, pero cuando se acercaron a ella sus pies se alzaron más arriba en el aire, hasta quedar fuera de su alcance. La soprano volaba… pero sus brazos, inertes, cayeron a los lados de su cuerpo.
Segundos después, ya sin vida, fue el cuerpo quien se precipitó sobre el escenario.
Una masculina voz resonó entre las paredes del teatro.
«Yo, solo yo, se hará escuchar en este escenario por toda la eternidad.»
Una capa de terciopelo, que muchos recordaban como la que había usado el tenor que había fallecido meses antes en plena actuación, se materializó frente al público que corría despavorido.
La misma masculina voz empezó a entonar las primeras notas de Turandot.
La voz vibraba con tanta fuerza que muchos de los presentes empezaron a sangrar por los oídos, algunos llegaron a caer desmayados y otros fueron atropellados por quienes intentaban huir.
Quienes consiguieron escapar dijeron ser víctimas del fantasma de la ópera.
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