Día 23. Futuro.
Acudir a que te lean las cartas del tarot para ver cómo será tu futuro cuando este es imperecedero como las hojas de un ciprés era un acto de sutil crueldad que a Dorian le gustaba cometer de vez en cuando.
Fuera cual fuera el pelaje del o la tarotista siempre acababa pasando un buen rato.
Si el sujeto era un farsante, siempre intentaba prevenirle de algún mal que lo acechaba para intentar venderle la cura de un mal de ojo o de una maldición. Si quien le echaba las cartas en verdad tenía el poder de la adivinación, su cara de perplejidad compensaba la vanidad de Dorian y el pago de unas monedas.
De cualquiera de las maneras disfrutaba al desenmascarar al sujeto o al ver la cara de admiración hacia su persona. Ambas cosas le adulaban el ego.
Había decidido repetir experiencia esa tarde que se encontraba aburrido en su mansión y había hecho llamar a Madelaine, una joven tarotista que había ganado rápida fama en las calles de Londres con sus predicciones. Se había propuesto o bien desenmascararla o bien seducirla llegado el caso, pues la fama de la joven iba acompañada de elogios hacia su belleza.
Elegantemente vestido esperó la llegada de la joven Madelaine en el salón y su mayordomo la invitó a pasar en cuanto esta llegó.
Dorian supo que no estaba ante ninguna farsante en cuanto la joven entró por la puerta, lo miró y se detuvo sin atreverse a cruzar el umbral.
—¿Sorprendida? —Inquirió al ver la perplejidad de la joven que, realmente, era muy bella. Las ganas de seducirla aumentaron al contemplar el rubor de sus mejillas.
—Mucho, la verdad —respondió la joven.
—No es usted la primera que se sorprende al echar un vistazo a mi futuro —sonrió Dorian.
—Usted no tiene futuro, señor Gray. Lo que me sorprende es que alguien con su experiencia vital decida, tan fácil, quedarse a solas con su asesina.
Imagen de Pixabay libre de derechos.
Derechos del relato registrados @2022 Ager Aguirre
Comments