Día 24. Tener miedo.
Alice se burlaba de su hermano pequeño. Aaron llevaba horas lloriqueando en su cama porque tenía miedo.
—Te dije que la película que iba a ver no era para niños —reía Alice.
—¡Yo no soy un niño! —gritó Aaron.
—¡Sí que lo eres! Un niño llorón y miedica al que le dan miedo la películas de zombies —replicó Alice.
—¡A ti te dan miedo las ratas! —gritó Aaron, intentado defenderse de las ofensivas palabras de su hermana.
Él ya tenía siete años y hacía mucho que no necesitaba pañales.
—¡Pero las ratas existen y son feas! Y tienen enfermedades y muerden y viven en la mierda de las cloacas. No las tengo miedo, me dan asco.
—Alice tiene miedo a las ratas. Alice tiene miedo a las ratas —exclamó Aaron a modo de defensa.
—Al menos cuando yo veo una rata no me hago pis en el pijama —atacó Alice, avergonzando a su hermano que no había podido evitar mojar el pijama al asustarse—. ¡Los zombies no existen, bobo! —rió y lo dejó encerrado en su habitación con su vergüenza.
Habían pasado quince años de aquella noche y Aaron ya no le tenía miedo a los zombies, pero su hermana mayor seguía teniéndole auténtico pavor a las ratas.
Por eso, y como venganza a todas aquellas veces en las que se había burlado de él, Aaron llevaba dos ratas de laboratorio dentro de una caja como regalo para su hermana en el día de su boda.
—¡Qué guapa estás, hermanita! —exclamó, cuando la vio vestida de novia, mientras ya se reía por dentro imaginando el grito que iba a pegar su hermana al abrir el regalo.
—Gracias, enano. ¿Qué traes en esa caja?
—Tu regalo.
Le entregó la caja a su hermana y dio unos pasos atrás para contemplar mejor la escena.
—¿Te acuerdas, enano, del día que te escondiste en el salón para ver una película de zombies? —preguntó Alice tras ver las ratas—. ¿Recuerdas que te dije que no deberías de tenerles miedo porque los zombies no existen? —Aaron asintió desconcertado—. Pues te mentí.
Unos dientes largos y afilados brotaron del angelical rostro de su hermana al tiempo que cogía a una de aquellas ratas por el rabo y le devoraba la cabeza de un bocado.
Aaron se meó en los pantalones como cuando era niño.
Imagen de Pixabay libre de derechos.
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