Día 26. Amenazas
El hombre del saco había atemorizado a los niños del pueblo desde hacía siglos. Todos habían oído hablar de él y no eran pocos los que aseguraban haberlo visto. Incluso había quien tenía un amigo de un conocido que aseguraba que al hijo del vecino se lo había llevado el hombre del saco y que ya nunca, jamás, habían vuelto a verlo.
Todas las madres contaban la misma historia a sus hijos para que no llegaran tarde a casa, todas alertaban de los peligros de ser unos chicos malos pues el hombre del saco se los llevaría una noche.
Si no comes las verduras, vendrá el hombre del saco.
Si no te vas pronto a la cama, el hombre del saco.
Si no haces los deberes, el hombre del saco.
Llegaron a mentarlo tanto que, como le ocurrió al granjero que gritaba cada noche que venía el lobo solo para burlarse del resto, dejaron de creer en él.
Por fortuna. Porque su saco ya tenía tantos agujeros que no podía meter en él a ningún niño y lo había sustituido por un caldero en el que poder cocinarlos.
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